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“La música culta están en deuda con la popular, yo no tengo prejuicios”

“La música culta están en deuda con la popular, yo no tengo prejuicios”

Sira Hernández es un espíritu libre de la creación contemporánea que abraza estilos de manera genuina y que practica eso que ha sido tan denostado por las corrientes crípticas y atonales de la composición musical: el deseo de comunicar y de ser comprendida por el público de su tiempo, siempre desde la investigación sonora y desde la expresión poética. La compositora y pianista barcelonesa vive un momento dulce de su carrera, tras el éxito internacional de su trabajo Tre Impressioni sulla Divina Commedia (Sony Classical).

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Pero ahora ha decidido emprender camino con un sello específicamente comprometido con la música contemporánea como es NEOS, con el que saca Hymns to the Hope (Himnos a la esperanza), una colección de 14 piezas cortas que surgen una vez superado el duro periodo de la pandemia, motor de profundos procesos de reflexión íntima. Parte de este trabajo lo presentará el 30 de octubre en el Palau de la Música Catalana, en diálogo con las músicas de Frederic Mompou, el maestro de los silencios. “Un concierto que invitará a escuchar el vacío, el matiz y el eco de las emociones sutiles”, tal y como anuncia la sala.

Usted se define como una pianista que además compone, como sucedía en siglos pasados.

Cada vez somos más, pero no es habitual, no. Pero eso hace cien años o más no era así: Bach, Scarlatti, Chopin, Mompou... interpretaban su propias obras. Yo llevo en mi interior ese bagaje de tantos autores importantes que he tocado y grabado, así que tengo referentes muy potentes que se combinan, lógicamente, con los de la vida cotidiana: el folk, el pop, el jazz, la electrónica. No tengo esos prejuicios que a menudo tiene la clásica hacia otros estilos musicales. Los grandes del pasado se inspiraban en canciones y danzas populares que eran parte de su vida cotidiana, de sus festividades. La música culta tiene una gran deuda con la popular. Y más hoy en día, que todo está tan conectado con otras culturas y tradiciones. Todo nos influye y creo que los músicos no somos más que un filtro que canaliza todo eso.

¿Se considera una compositora espiritual?

A veces tengo la necesidad de buscar esa luz interior pero también hay mucha pasión. Digamos que es una espiritualidad encarnada. En este disco dedico dos piezas a Chopin, uno de los autores por los que me enamoré de la música. Es una relación apasionada de todos los pianistas, creo, porque nos iniciamos con el juego de emociones extraordinario que comporta tocar esa música. Pero también hay momentos scarlatianos, como la inicial Maha Shivaratri , que puede parecer minimalista, hipnótica. Y tengo un referente clarísimo, que es Mompou, el gran maestro de las resonancias de los armónicos, los silencios, las melodías que insinúas. Y a al vez él bebía de los impresionistas, por lo cual también está Debussy. Porque Mompou para mí ha sido crucial como intérprete, pero también como compositora, justamente porque en su época iba a contracorriente respecto a la línea compositiva del momento, buscando sonoridades primigenias, desde un silencio interior, desde una pureza casi virginal y una profunda espiritualidad. Pero siempre decía que llegaría su momento. Y efectivamente ha llegado. Y me han dicho que yo tengo ese velo amoroso pero a la vez nostálgico en alguna de mis piezas.

No en Guernica , su homenaje a Picasso.

Esa es una pieza aguerrida que dedico a Alicia de Larrocha, partiendo de un tema popular vasco del siglo XVII, precioso, y queriendo evocar el momento en que caen las bombas, en un momento de fiesta, de mercado, con la plaza del pueblo llena de gente... y la madre que tiene en brazo a su criatura muerta. Ese amor es lo único que nos puede salvar.

La música tiene un poder enorme para abrir canales en nosotros, no solo emocionales, también mentales”

En Loneliness in the Cathedral se refiere a la catedral de Barcelona, ¿no?

Sí. La escribí viendo por las mañanas, durante la pandemia, el canal de Youtube de la catedral. Me gustaba ver lo silenciosa que estaba, con un cirio encendido y escuchando a lo lejos un pájaro que revoloteaba por el ábside. Un mosén me pidió si podían utilizarla, porque reflejaba perfectamente cómo se sentían allá solos en la catedral vacía... La música tiene un poder enorme para abrir canales en nosotros, no solo emocionales, también mentales. Nos abre a reflexiones.

¿Se ha sentido perseguida por ser compositora melódica?

No, porque siempre he ido por libre y he pasado desapercibida para muchos. Era peor hace tres o cuatro décadas, pero ahora se contemplan muchas variantes, sonoridades, músicas que también sirven para comunicar y ser entendidos. Cada vez hay más intercomunicación entre géneros musicales. Y yo he trabajado con artistas de otras disciplinas, bailarines, poetas, performers. En Italia me pidieron 21 minutos de música para un espectáculo en el que mujeres leían textos de sus terribles vivencias de maltratos. No se trataba de estar adscrito a una linea compositiva, sino dar el efecto emocional que diera relevancia a eso. Ya lo decía Scarlatti cuando hace centenares de años le preguntaban sobre cómo se salía de la ortodoxia: “Mi línea musical está al servicio de mi oído, no de la teoría musical”. La música ha de mantenerse viva, ha de comunicar.

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¿Cuán permeable es a la electrónica de calidad que le pone su hija?

Lo soy, porque son producciones extraordinarias y complicadísimas. Es todo un mundo que me he metido a investigar, porque usan una serie de sonidos y samples pregrabados, programas de ordenador que permiten infinidad de sonoridades que pueden mezclar... olvídate de las 88 teclas del piano. Lo he trabajado pensando también en hacer algún día alguna colaboración.

¿Diría que ha sido profeta en su tierra?

Me han tratado siempre con cariño, rodeada de grandes amigos. Claro que la vida no es una linea recta: hay momentos de esplendor pero luego suben otras generaciones, hay otros intereses, otras olas. Pero me he sentido bien acogida desde que volví de Italia, a los 20 años –me había ido con 4–, y se hacían los primeros conciertos de Juventudes Musicales. Toqué en festivales como el de Peralada o Santa Florentina.

Pero en Barcelona apenas se la programa.

Toqué música mía en un homenaje a Alicia de Larrocha en L’Auditori hará unos meses, y en octubre tocaré parte de mi nuevo disco en el Palau. Me pidieron que la mitad fuera música de otros autores. De mi anterior disco, Tres impresiones sobre la Divina Comedia, estaba programado el estreno en la ciudad, pero saltó, está pendiente. Quien sabe si algún día se hará. Es un disco que ha tenido cuatro premios de los Global Music Awards de California, a mejor música, mejor composición, mejor interpretación... hasta el vídeo premiaron. Ser Golden Prize es una pasada. Y sigue funcionando, se ha movido mucho y se ve aún en Berlín o por Italia... Pero no, no se ha estrenado en Barcelona.

Es un error que ciclos privados programen siempre el Beethoven que les llena la sala”

¿Ve signos de voluntad a escala europea de programar más música contemporánea?

Hay de todo, pero ya no la temen tanto como antes, son músicas que llegan más al público. En todo caso, sigue habiendo dificultades, se sigue programando la sonata de siempre de Beethoven, para asegurarse localidades vendidas. Es una cuestión de dinero. Estaría bien que muchos programadores se abrieran: por parte de las instituciones públicas sí hay una voluntad, pero los ciclos privados... no hay manera. Y pienso que es un error. No diré nombres, pero a mi me han llegado a decir que les encanta mi música y se la ponen volviendo a casa, pero que no me pueden programar porque han de llenar la sala al menos en tres cuartas partes. ¿Dónde está el trabajo pedagógico y de fomento? Cuando ya les salen las cuentas, porque les salen, un buen empresario ha de poder comprometerse para mantener viva la música. De lo contrario estamos haciendo un trabajo museístico. No olvidemos que hasta inicios del siglo XX, la música siempre era contemporánea. Mendelssohn recuperó a Bach, sí, pero mayoritariamente cada cual tocaba sus propias obras y las de sus coetáneos... Clara Schumann, sin ir más lejos, tocaba la de todos los amigos, y alguna cosa suya, poca...

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